Teresa Aristizabal Sánchez – Ruta Pacífica de las Mujeres, Regional Antioquia
Mi nombre es Teresa Aristizabal Sánchez, Nací en Medellín, tengo 58 años. Soy trabajadora social de la Universidad de Antioquia, soy mujer política, feminista, activista, defensora de derechos humanos, pacifista y antimiliarista, llevo más de 40 de años trabajando por el reconocimiento, vigencia y respeto por los derechos humanos de las mujeres haciendo incidencia desde una perspectiva feminista y con enfoque de género. Hace 25 años hago parte de la Ruta Pacífica de las Mujeres.
Me reconozco y realizo mi genealogía como feminista a partir de mis propias fuentes, en especial de mi madre, sus palabras han tenido grande significancia y han hecho eco en mí, como por ejemplo, cuando me decía que había que transformar imaginarios, recuerdo que había uno que ella me nombraba, el que decía que la realización de una mujer se iba a dar cuando fuera madre y ella por el contrario me hacía ver y entender que habían otras formas de ser feliz o de sentirnos realizadas como mujeres. Siempre me insistió que una de esas formas es que las mujeres tengamos acceso a educación, y por esto, me atrevo a decir que por esa línea fue por la que me enfoqué. Adicional a esto, vengo de una familia en la que mi papá era liberal arraigado y tenía un hermano, quien estaba cerca de muchos procesos sindicales y gracias a estas experiencias empecé a interesarme por los movimientos de izquierda y a algunos pensamientos diferentes a los tradicionales, lo que me llevó a convertirme en una activista feminista a finales de los años 70.
Gracias a mi trayectoria y a mi activismo desde el feminismo, llego a la Ruta Pacífica de las Mujeres en el año 1995, antes de la primera movilización fundadora de la Ruta. Para ese entonces yo trabajaba y vivía en el Urabá antioqueño y allí, mi persona y 2 compañeras más, Rocío Pineda y Argelia Londoño, estábamos realizando un proceso de investigación con acción participativa sobre la salud ocupacional de las mujeres trabajadoras de la agroindustria bananera en dicho territorio, fuimos testigas de lo que significa la violación sistemática de los derechos de las mujeres en el marco del conflicto armado. También pudimos evidenciar el recrudecimiento de la violencia sexual, del desplazamiento, del confinamiento, del reclutamiento forzado de las hijas e hijos de las mujeres del territorio.
Viendo todo esto, decidimos que no podíamos quedarnos con toda esa información y que debíamos hacer algo para y por las mujeres. Gracias a la investigación que estábamos llevando a cabo, logramos establecer vínculos de confianza y cercanía con las mujeres, sobre todo las mujeres trabajadoras del sector que hacían parte del sindicato Sintrainagro, uno de los sindicatos más grandes a nivel nacional y que en su momento, años 90, tenía una fuerza enorme. Todo esto nos suscitó recoger otros testimonios que habían hecho otras compañeras en la ciudad de Medellín, sobre relatos e información de mujeres que hacían parte de instituciones religiosas y que trabajaban con mujeres indígenas cuyo relato coincidía con las mismas historias de las mujeres negras en Apartadó y con las mujeres trabajadoras, todas ellas víctimas de violencias como las mencionadas anteriormente.
Ahí es cuando nos ponemos en la tarea de hacerle saber a otras mujeres, a personas, a otros colectivos a otros espacios todo lo información que habíamos podido levantar durante la investigación; recuerdo que aquí en Medellín ya había un espacio que se llamaba Mesa de Trabajo Mujer de Medellín, en la que yo hacía parte desde su creación en el año 1994, y allá fue donde pusimos en evidencia toda la situación de las mujeres de todos estos territorios. La primera propuesta que nosotras lanzamos era que nos fuéramos a hacer un cacerolazo al Urabá, que cada una pagará su pasaje y viajáramos toda la noche, para llegar en la mañana y tomarnos un parque, allí hacíamos la bulla con las cacerolas para poner en lo público lo que estaba pasando allá y en la tarde nos devolviéramos a Medellín. Las mujeres de la Mesa aprobaron nuestra propuesta y empezamos a juntarnos más y más mujeres alrededor de la defensa de los derechos humanos de las mujeres. Recuerdo que empezamos siendo unas 15 mujeres, al mes ya completábamos las 30, a los 3 meses ya habían alrededor de 100 mujeres y a los 6 meses, éramos unas 200 o 300 mujeres en juntanza, de esta manera fuimos inspirando la idea de hacer una gran movilización nacional de mujeres contra la guerra y por la paz, para decirle al país y al mundo cómo el conflicto armado afecta de manera particular y diferencial a las mujeres.