Shidhjmatnj Pardo
Becaria de Periodismo de Datos
Equal Measures 2030
Desde 1996, la Ruta Pacífica de las Mujeres, como movimiento social al que están vinculadas más de 300 organizaciones de mujeres en red, viene exigiendo la salida negociada a los conflictos, haciendo aportes a la construcción de la paz y visibilizando las diversas violencias cometidas contra las mujeres y que se exacerban en el marco de los conflictos, con especial afectación por raza, por edad, por territorio, por las desigualdades latentes ante el Estado y ante la sociedad.
El Informe de Comisión de la Verdad realizado por la Ruta, señala que una mujer víctima del conflicto sufrió al menos cuatro hechos victimizantes; por su parte el Informe Final de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, en el volumen “Mi cuerpo es la verdad”, evidenció y reconoció que la guerra es un “dispositivo de control y dominio usado contra las mujeres”.
Pero en medio de estas realidades, de ese continuum de violencias contra las mujeres que lamentablemente se registra en Colombia, también existen experiencias bellas, transformadoras y capaces de transgredir el horror, de ponerle el cuerpo y la vida a la guerra desde la esperanza, de dejar a un lado la tristeza para juntarse con otras, por y para otras.
En este momento, cuando en el escenario de lo público estamos dialogando sobre los compromisos de los Gobiernos en el cumplimiento de los ODS y se evidencia cómo se mantienen las desigualdades, desventajas y precariedades de las mujeres, este artículo es una oda a la re- insistencia de las mujeres, a la importante y necesaria capacidad de reivindicar sus experiencias y la de sus organizaciones en construcción de paz, desde sus propias voces, que son tan variadas y tan diversas como ellas mismas, ellas vienen a “ofrecer su corazón”, como lo escribiera Fito Páez y lo cantara Susana Baca; y lo hacen de un lugar tranquilo, como lo cantan Jimena Almario y Bonnie Devine, que nos vuelven a la habitación propia- , a los lugares protectores desde donde las mujeres se llenan de energía para continuar.
Ni las mujeres – ni la humanidad – pueden esperar 84 años a que se logre la igualdad de género. El panorama evidenciado en el Índice de Género de los ODS de Equal Measures 2030, el cual señala que de seguir la tendencia actual el mundo lograría la igualdad de género en el 2108, además de ser preocupante, debe impulsar acciones urgentes e inmediatas para garantizar los derechos de las mujeres en todas las esferas de la sociedad. Colombia, ocupa el lamentable puesto 77 entre 144 países que abarca la medición del Índice de Género y el progreso del país está categorizado como Bajo; estas cifras deben mover al Estado colombiano – en todo su conjunto – a promover políticas públicas y acciones nacionales y locales para superar las brecha de género – en primera medida – y para lograr un desarrollo real y sostenible para toda la sociedad.
Incorporar las recomendaciones de políticas del Índice de Género para acelerar la igualdad de género en Colombia es posible, y es aquí donde la incidencia de las organizaciones de mujeres utilizando datos es indispensable y estratégica. Invertir en los procesos con mujeres, hacer reformas legislativas garantes de los derechos de las mujeres, promover los liderazgos femeninos, apoyar la labor de las organizaciones de mujeres y ampliar sus espacios de interlocución, entre otras acciones, redundará – como lo señala el Índice, en el mejoramiento de las condiciones de vida de las mujeres y toda la comunidad.
Para el presente artículo se analizaron 32 experiencias, identificadas por 30 procesos organizativos u organizaciones de 10 departamentos, que respondieron a la pregunta: “Menciona UNA experiencia exitosa en construcción de paz dentro de tu organización y como aliada de Ruta Pacífica de las Mujeres”. Las respuestas fueron variadas, pero evidencian que en cada experiencia estuvieron vinculadas mínimo 25 mujeres – sólo una – de las 32 – tuvo un alcance inicial de 10 mujeres por ser una acción de Autocuidado, que posteriormente se amplió a cuidar a otros, y algunas otras experiencias que superaron las 100 personas.
Si bien no se estableció un mínimo de respuestas por departamento, las organizaciones del Putumayo atendieron con más prontitud el llamado de contar su experiencia, – seis en total -, seguidas de Bolívar con 4, al igual que la regional del Eje Cafetero. Esta situación permite identificar la variedad de experiencias contadas desde la voz de las mismas mujeres, y la diversidad de las mujeres que participan en la acción; fueron ellas de distintas etnias, de distintas edades, y algunas de ellas vincularon niñas y niños.
Estas experiencias tuvieron un alcance de 3.306 personas, de las cuales 2.712 fueron mujeres, especialmente con edades entre 29 y 59 años; aunque se destaca la participación de niñas y niños (343), lo que representa el 10,38% de la población total participante en las acciones.
De las 32 experiencias, 15 hicieron mención a una acción puntual que se realizó un día; sin embargo, 17 experiencias identificaron su mejor experiencia como un proceso que osciló entre los dos meses y hasta 7 años. Aquí es importante mencionar, la Corporación Convivamos de Medellín, quien identificó como su experiencia en construcción de paz el proceso “Sanándome para la paz” que vincula su estrategia de acompañamiento psicosocial colectivo.
Cabe señalar que el elemento común en todas las experiencias, fue el trabajo colectivo con y por las otras mujeres; otro elemento que se puede deducir es que las organizaciones que tienen mayor tiempo de conformación, su experiencia está identificada en proceso, situación distinta con las organizaciones o procesos organizativos recientemente conformadas (5 años máximo).
Recientemente, ONU Mujeres publicó, el Perfil de Igualdad de Género en América Latina, que muestra las dinámicas, desafíos y avances del panorama de género en AL y los retos que representa avanzar hacia la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres. Este perfil se realiza teniendo en cuenta las 5 dimensiones de la Agenda 2030 – denominadas las 5p: personas, prosperidad, planeta, participación colectiva y paz. Las conclusiones en cada una de estas dimensiones, muestran no sólo el rezago en el cumplimiento de los compromisos sino la casi imposibilidad de cumplir las metas hacia el 2030.
Ante un panorama tan aciago, el Perfil plantea el paradigma de la “sociedad del cuidado”, que fue presentado en el “Compromiso de Buenos Aires” y que éste lo retoma evidenciando el permanente trabajo de la mujeres por el cuidado del otro y la necesidad de visibilizarlo de cara, precisamente al cumplimiento de los ODS, dándole un lugar preponderante a los aportes de las mujeres a la sociedad en general.
Las experiencias de las mujeres en construcción de paz en Colombia, pueden vincularse de manera directa a aportar a los alcances de la quinta dimensión de la agenda: Paz; pero al conocerlas un poco más, de manera tácita, están aportando a diversas dimensiones; y es por ello que se hace importante evidenciar estos aportes, que no están registrados en la data institucional, pero que sin lugar a dudas son importantes para avanzar en la construcción de la paz, en un país en el que el conflicto armado no ha cesado.
Como se señaló con anterioridad, se analizaron 32 experiencias exitosas de construcción de paz, ubicadas en 10 departamentos de Colombia. En cada territorio se identifican alcances distintos y participaciones tanto étnicas como etarias distintas, que responden a intereses de las organizaciones, pero en especial a las especificidades territoriales.
En el departamento de Bolívar se identificaron 4 experiencias, con un alcance de 310 mujeres, de las cuales 229 se reconocen afrocolombianas. Estas experiencias incluyen procesos de juntanza para la incidencia como “Articúlate por la Paz”, identificada por Funsarep en Cartagena y desde donde las directoras de las organizaciones participantes inciden en escenarios de toma de decisiones para que vinculen los derechos de las mujeres en las políticas públicas, en especial el derecho a la paz; la Asociación de mujeres para el Desarrollo integral de Puerto Badel – Amudic, con “La ruta del cimarronaje”, una acción puntual para entregar insumos a la Jurisdicción especial para la Paz – JEP; la Corporación Tiempos de vida, quienes consideraron importante señalar su experiencia en la socialización del volumen “Mi cuerpo es la verdad” del Informe final de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, en el municipio de Magangué, para conocer lo sucedido a las mujeres en el marco del conflicto armado y para entender la necesidad de la no repetición como acción necesaria para superar el continuum de violencias, contra las mujeres; y el Colectivo Violeta, un proceso organizativo de jóvenes del municipio de Turbaco, quienes promueven acciones de paz con la vinculación directa de niños y niñas.
En el departamento de Santander se identificaron 4 experiencias, presentadas por la Fundación de Mujeres Afrodescendientes de Santander (Taller interactivo Mujer afro, comunicaciones y DIH – Enredadas”), la Fundación Dejando Huellas, quien resaltó el taller de autocuidado de las mujeres de Cuyanitas, donde ellas tuvieron oportunidad de reconocer su importancia en los procesos de construcción de paz; la Fundación Mujer y Futuro, resaltó la importancia de elaborar de manera conjunta la Agenda por los derechos de las mujeres de Santander, y la organización Raíces Afro, quien resaltó la participación de las mujeres de su organización, en los distintos plantones y acciones de movilización en las calles de Bucaramanga donde se hace exigibilidad de derechos en juntanza con mujeres de otras organizaciones y procesos organizativos. En este departamento el mayor número de mujeres participantes son mestizas, cuya edad se sitúa entre los 29 y 59 años.
En Antioquia se registraron 3 experiencias que son acciones de proceso de mediano plazo (6 a 1 año), como la Construcción de Agenda de mujeres jóvenes (Corporación Amiga Joven), Sanándome para la Paz (Corporación Con – vivamos), y los Entornos Protectores (Red de Mujeres Unidas del Norte de Antioquia); en los cuales participan inicialmente un grupo pequeño de mujeres, pero cuyo alcance se amplía a la comunidad.
En el departamento de Chocó se registraron dos experiencias muy vinculadas al componente ancestral de las mujeres afro. Las Yerbateras de Amores, desarrollada por la Fundación Mujer y Vida, que capacitó a 20 mujeres en atención emocional – espiritual, utilizando las plantas ancestrales de la región las cuales comenzaron a cultivar en sus azoteas; estas mujeres a su vez realizaban estas atenciones a otras mujeres que lo requirieran. Y la experiencia de Incidencia Política de la Fundación Mujeres que Podemos, que reconoce cómo desde distintos procesos en los cuales participan las lideresas de su organización, han fortalecido su capacidad de incidir en las políticas públicas en su territorio. Es importante señalar que el 93% de las mujeres participantes en estas acciones, son mujeres afrodescendientes, que es el mayor grupo poblacional étnico en este territorio.
En el Eje Cafetero, conformado por tres departamentos, se identificaron 4 experiencias exitosas en construcción de paz: Dos en Risaralda, como el Campamento feminista de la Escuela Feminista Guadalupe Zapata, y Diálogos juveniles con enfoque de paz, de la organización Somos Rebulú. Y en el Quindío, el acompañamiento psicosocial realizado a las mujeres de la Asociación de Víctimas de Filandia – Asovif; y la Asamblea Popular de Mujeres de Calarcá realizada por el proceso organizativo Sembrando Lucha. En este territorio es importante resaltar la vinculación de las jóvenes quienes mayoritariamente fueron las beneficiarias de las acciones identificadas, lo que evidencia la fuerza que vienen tomando los grupos y procesos juveniles en esta región.
En el Valle del Cauca, la Casa Matria, el Colectivo Artístico y cultural La Bicicleta Verde, y el Colectivo de Mujeres de Dagua; En el Cauca, Astromelias, Las Mujeres de San Sebastián y el Proceso de mujeres Misak; en Nariño, la Colectiva Cuarzo Rosa y la Fundación Caminos de Paz y Esperanza; y en Putumayo, la Asociación de Mujeres Rurales Fronterizas Constructoras de Paz, el Consejo Comunitario Villa del Río, el Consejo Comunitario y palenquero Herencia Carabalí, la Fundación Kausaita Wagnaspa preservando la vida, y el proceso organizativo Enrutadas Villa Garzón, cada una de estas experiencias, las cuales invitamos a conocer a través de la página de la Ruta www.rutapacifica.org.co , son muestra de la capacidad transformadora de las mujeres de sus realidades para mejorarla, para superar sus situaciones de vulnerabilidad y en especial para construir una paz inclusiva.
En el marco de estas experiencias es clave resaltar la re- insistencia en los usos y formas propias de los territorios, lo ancestral – como las Yerbateras de Amores, utilizando plantas propias para el cuidado emocional, o las mujeres Misak del Cauca, donde las mujeres mayoras reivindican el tejido para contar sus propias historia a las otras mujeres; o los “Trueques de intercambios de alimentos” impulsados por las mujeres de Putumayo con el fin de sobrellevar las restricciones de la pandemia, los cuales a su vez les permitieron “sanar las cargas emocionales” que tenían; o la siembra de árboles con los grupos de jóvenes en Putumayo, que le apuesta a hacerle frente al cambio climático.
Estas experiencias cambiaron vidas, las vidas de las mujeres y sus comunidades, y lo seguirán haciendo, en silencio, con convicción, insistiendo en la paz y creyendo que un mundo mejor es posible para las mujeres, para la comunidad en general y con ello al planeta.
Para la Ruta Pacífica, cuya agenda históricamente se ha centrado en la búsqueda de soluciones pacíficas al conflicto armado en la garantía de los derechos de las mujeres, cada acción de paz, cada experiencia que pueda ser compartida y en lo posible replicable, son aportes para una paz estable y duradera.
Si bien, continuará siendo un reto la eliminación de las violencias contra las mujeres, la reducción de las brechas de género y el aumento de las garantías de las mujeres en todas las esferas de la sociedad, las organizaciones de mujeres y los distintos procesos organizativos liderados por mujeres, mantendrán su accionar por la exigencia, participación y seguimiento a los acuerdos y propuestas de paz, al igual que en el avance de políticas, lineamientos, programas y acciones que conlleven a la igualdad para las mujeres y niñas en todas las dimensiones sociales, culturales, económicas, políticas y ambientales en esta agenda global contenida en los ODS.
Finalmente señalar, que, aunque las experiencias presentadas podrían identificarse como la capacidad de resiliencia de las mujeres, de continuar y avanzar a pesar de las situaciones difíciles en que diariamente viven; realmente son una clara estrategia de insistencia por una vida mejor, de abrazar la creatividad para generar condiciones sociales y políticas que beneficien a las mujeres, sus familias, organizaciones y comunidades. Re – insistir para construir, re-insistir para lograr la paz, re-insistir para continuar.