Feminismo no hay uno solo (y mujeres, tampoco)

Por Moira Goldenhörn *

Desde hace unos años, el calendario va marcando fechas de colores violeta, rosa, fucsia y verde, donde los meses de marzo, junio y noviembre aparecen teñidos incluso denegro luto en los muros virtuales y en algunas calles también, destacándose el 8 de Marzo en que las mujeres salimos a manifestarnos para hacernos visibles, recordando que no somos minoría sino más de la mitad de la población mundial.

Y, como todo lo que sale a la luz, el movimiento de mujeres es objeto de conversaciones, elogios y críticas. Sobre todo cuando las mujeres nos organizamos bajo la bandera “feminista”.

“Feminismo”, un término que provoca fascinación y miedo a la vez. Fascina a las mujeres que fervientemente desean la libertad en su casa, en su trabajo, casa de estudios y en la calle misma; y asusta a las prefieren mantener el status quo privilegiado que implica una corrección social y política. Fascina a algunos hombres que admiran a las mujeres por su fuerza y coraje, y asusta a quienes prefieren mantenerlas tras la puerta, bajo la alfombra, las órdenes o las sábanas.

Hagamos un poco de historia sobre las principales vertientes que tiene este gran movimiento, para comprender sus matices y que no todas pensamos, sentimos y significamos lo mismo cuando decimos que somos feministas.

Si bien el primer hito feminista fue el tristemente recordado 8M de 1908, el feminismo como movimiento social comienza a visibilizarse de la mano de las mujeres sufragistas en la década siguiente. Movimiento extremista si los hubo, muchas de las formas que vemos en las manifestaciones actuales son evocaciones a las pioneras sufragistas de Inglaterra y Estados Unidos.

Posteriormente, y tomando la posta de las fabriqueras del 8M, el movimiento feminista obrerista que se instaló en Italia en la década del ’20 y ’30 vino a identificar los reclamos feministas con la lucha de clases. En Francia en los ’60 y ’70, con Simone de Beauvoir a la cabeza intelectual del movimiento, las feministas materialistas advierten sobre la existencia de los privilegios de los varones que oprimen a las mujeres, exigiendo su erradicación y la igualdad de trato entre hombres y mujeres. Casi contemporáneas a ellas, mujeres del “ecofeminismo”, también denominado “feminismo radical”, plantearon la necesaria coexistencia y recíproca alimentación entre el capitalismo y el patriarcado viendo al feminismo como una actitud política con injerencias económicas y ecológicas muy marcadas, aún en la actualidad cuando, por ejemplo, Carmen Castro, doctora en Economía expresa “no es fácil decir que el feminismo sustituirá al capitalismo, pero sólo aplicando una perspectiva feminista tendremos un modelo económico que no sea devastador sino sostenible para la propia vida y los ecosistemas, ahora esquilmados por métodos extractivos que buscan únicamente la acumulación de beneficios cercenando las posibilidades de regeneración de los recursos”.

En contraposición a este feminismo “radical”, donde “radical” no es sinónimo de “extremo” sino derivado de “raíz”, es decir que denuncia ese vínculo entre patriarcado y capitalismo como raíz del sistema que somete y oprime a todas las mujeres como género en beneficio y rédito de todos los hombres como género; aparece con auge en los ’80, el feminismo “liberal”, que propone la “liberación” de la mujer a través de su individualidad, no ya en un colectivo, y mediante el ejercicio “libre” de su sexualidad evitando el mandato social del matrimonio y la maternidad…pero incluyendo y legitimando la prostitución como un trabajo y el alquiler de vientres como una opción legítima, ignorando el entramado simbólico que sustenta la sumisión y opresión para todo el género, y que esas prácticas socioculturales de contenido económico entrañan.

Como “novedades” en los movimientos feministas, en nuestro país ha surgido recientemente un movimiento denominado “feministas de la nueva ola” tomando la terminología genealógica que describe la historia del feminismo en “olas”, quienes llevan una contradictoria posición sobre la despenalización del aborto; y desde EEUU y España llega una gran avanzada de un feminismo radical (ahora sí entendido como “feminismo extremo”), de corte netamente biologicista, que excluye ideológica y políticamente a las mujeres trans de sus filas, deslegitimando su condición femenina, construida desde su identidad de género, por carecer del sexo biológico femenino en forma originaria.

Como podemos ver, hay tantas ideas, vivencias y praxis de feminismo como mujeres hay. Se puede ser feminista y madre, feminista y católica, feminista liberal, ecofeminista, feminista radical o feminista embanderada en el colectivo LGTBI… Incluso hay hombres que apoyan algunos de los postulados feministas y aún quienes están dispuestos a analizar sus propios privilegios y a desprenderse de ellos para construir codo a codo una sociedad igualitaria.

¿Y qué serían esos “privilegios masculinos”? Lo analizaremos en las próximas semanas.

(*) Abogada, docente e investigadora.